Es bueno situarse físicamente en los lugares, aunque el Señor está sacramentalmente con nosotros en nuestras iglesias y, espiritualmente, cada vez que dos o más estamos reunidos en su nombre.
Situarse, les decía, física pero también temporalmente. Eran días difíciles para la vida cotidiana de los españoles después de concluida la Guerra Civil. El rector del Colegio de San José, de la Compañía de Jesús, el padre Ginés Recio, estaba curtido en problemas pero poseía inquietudes y tenía una notable influencia entre los profesores universitarios. Eligió repetidamente esta iglesia de Santiago, una parroquia histórica en Valladolid, para organizar Ejercicios Espirituales, conocida metodología para revisar y tomar conciencia de la vida y manifestar deseo de cambiarla, de convertirse, de priorizar a Dios en la existencia diaria. Fueron muy comentadas una de estas tandas de Ejercicios, a los que asistieron solamente hombres.
Como consecuencia de ellos y, de acuerdo con el rector de la Universidad, el doctor Cayetano Mergelina, se decidió la fundación de una Hermandad de Docentes que alumbrase al Santísimo Cristo de la Luz, obra cumbre de Gregorio Fernández.
Al nuevo grupo se incorporaron numerosos profesores, no sólo de la Universidad sino también de los colegios y centros de enseñanzas primaria y secundaria, de titularidad pública o privada. En los primeros tiempos de la Hermandad, se reunían los viernes en un breve acto religioso, para que el padre Recio les dirigiese su “cálida, insinuante y plástica palabra” como lo describió el padre Luis Fernández Martín en su Historia del Colegio de San José. Después llegó la primera procesión, al mediodía del Viernes Santo, en aquella Semana Santa de 1941.
Todo, sin embargo, comenzó aquí, en este templo de la calle Santiago, con los Ejercicios Espirituales del padre Recio. Por eso, qué mejor hacemos que dar gracias al Señor aquí presente, de toda esa trayectoria. A Él recurrimos, para contemplar, para pedir, para agradecer, para alabar.
Javier Burrieza Sánchez.