«El mundo te promete comodidad, pero no fuiste hecho para la comodidad. Fuiste hecho para la grandeza.» Papa Benedicto XVI
El Papa Emérito Benedicto XVI ha fallecido el 31 de diciembre de 2022, desde la Hermandad Universitaria del Santísimo Cristo de la Luz nos unimos a la oración de la Iglesia por él.
El funeral será el jueves 5 de enero en la Plaza de San Pedro. Nuestro Arzobispo, D.Luis-Javier Argüello, ha convocado a la Iglesia diocesana a celebrar la Eucaristía en la Catedral el próximo sábado día 7 a las 12 del mediodía. En ella se dará gracias a Dios por la vida y el ministerio del Papa Benedicto XVI, además de implorar la misericordia del Señor para que le conceda el descanso eterno.
Carta en la muerte de Benedicto XVI
Compartimos el artículo que ha escrito nuestro hermano Javier Burrieza Sánchez, profesor de Historia de la Universidad de Valladolid.
EN LOS ATRIOS DEL ESCORIAL, CON BENEDICTO XVI
Javier Burrieza Sánchez
Reconozco que he sido un converso de la personalidad de Benedicto XVI, cuestión que después del camino de Damasco del apóstol Pablo —pero sin caerme del caballo que no consta— no posee ninguna importancia. Aquel 19 de abril de 2005 me deje arrastrar por la imagen que muchos tenían del cardenal-prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. La ignorancia me la curé con la lectura y el estudio progresivo de su pontificado. Aunque su elección como Papa impidió a Ratzinger cumplir parte de sus horizontes para los últimos años de su vida, en la historia de la Iglesia le ha permitido definirse mejor como persona. Ya no será recordado como el inquisidor que se tenía que enfrentar a tantos teólogos sospechosos de heterodoxia, sino más bien como el Papa-intelectual, cargado de gestos de afecto a pesar de su timidez y empeñado en limpiar la Iglesia y de denunciar el relativismo de la sociedad. Una limpieza, no de “herejes” sino de aquellos que siendo aparentemente fieles, necesitan mucho jabón de santidad. Y además, tengo la sensación —porque ahora toda valoración son sensaciones muy provisionales— que Benedicto XVI, siendo muy consciente de lo que significaba la primacía del obispo de la Ciudad Eterna, ha desmitificado positivamente, para el conjunto de los cristianos —protestantes, ortodoxos, anglicanos—, el papel del Papa romano. No pensemos que todos los católicos interpretaron bien esta renuncia. Benedicto XVI consideró que las necesidades de la Iglesia están por encima de la imagen que muchos católicos tienen de un Papa. Él ha sido coherente, generoso, humilde y sabio, mientras que otros se han vuelto a manifestar más “papistas que el Papa”.
Conocí a Benedicto XVI, le tuve delante de mis ojos —y los suyos verdaderamente impresionan con una mirada profunda—; y le escuché atentamente en el discurso que nos dirigió a los profesores universitarios en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid. Era el 19 de agosto de 2011. El escenario era el idóneo para su personalidad: la plasmación de lo que ha supuesto la Iglesia en el Siglo de Oro de España. Primero, en el Patio de los Reyes, se dirigió a cientos de monjas jóvenes de clausura. Después pasó a la Basílica con los profesores, ataviados la mayoría con los trajes académicos. Todo empezó cuando unos trenes especiales salieron desde la Estación de Chamartín a las seis y media de la mañana. En ellos, solamente estábamos monjas y profesores de numerosas Universidades, la mayoría españolas. En nuestras manos llevábamos, de manera pintoresca, las “tarteras” de nuestros birretes. A mí me recordaba a Harry Potter, en aquel tren en que viajaban los estudiantes, camino de Hogwarts, desde el andén nueve tres cuartos.
La entrada del Papa en la Basílica fue solemnísima. Lo esperábamos todos ilusionados y él se empleó en los saludos, recorriendo el pasillo central que tenía junto a mí. Físicamente, me pareció una persona débil, caminando lentamente, de manera delicada al mismo tiempo que solemne. Tuvimos la suerte de que se acercase hacia nosotros, los profesores de Filosofía y Letras. Se le veía contento, feliz, cómodo entre sus jóvenes universitarios, a los que hablaba de tú a tú, como colegas en la misma tarea pero con la experiencia de un maestro. Disfrutó de ese encuentro. Se le notó también cuando, con un rostro de felicidad infantil, empezó a escuchar a los niños de la Escolanía del Monasterio, interpretando el Ave María de Tomás Luis de Victoria, una pieza del siglo de oro musical español. Las palabras que fue pronunciando, en un discurso profundo e intenso donde se apreciaba su fortaleza intelectual, eran saboreadas como alimento que edifica y repone las fuerzas. Estábamos delante de Benedicto XVI pero también de uno de los más importantes intelectuales de las últimas décadas. Gracias a los medios tecnológicos, podríamos reproducir en repetidas ocasiones esos trece minutos de discurso de uno de los Papas magnos en la teología. En aquel Escorial, donde nació mi vocación intelectual y universitaria como historiador, el acto se alargó hasta la media hora aunque el tiempo cuantitativo importó muy poco en esa mañana. Recordé aquello que cantó el salmista: “vale más un día en tus atrios que mil en mi casa”. Sus palabras fueron tan grandes como cotidianas para la labor diaria de un profesor: “los jóvenes necesitan auténticos maestros; personas abiertas a la verdad total en las diferentes ramas del saber, sabiendo escuchar y viviendo en su propio interior ese diálogo interdisciplinar; personas convencidas, sobre todo, de la capacidad humana de avanzar en el camino hacia la verdad”.
Se nos ha ido un Padre, un Papa que tendió puentes, sabio y humilde, revolucionario en su condición del primado de Pedro cuando supo que ya no podía servir a la Iglesia en su plenitud, no se bajó de la cruz, cargó siempre con ella, con un sentido de modernidad… todo un doctor de la Iglesia.
Discurso de Benedicto XVI en la Basílica de El Escorial a los jóvenes profesores – 19/08/2011